Juan Alberto Gómez es vencedor del superTmatik, campeonato de cálculo mental en el que compitió con 17.000 niños de 48 países. Resolvió 15 operaciones en 40 segundos y 87 décimas.
Hará unos cuatro años Juan Alberto paseaba por el
sur de Manhattan junto a su padre. Ni «estatuas de las libertad» en
miniatura ni llaveritos de «I Love NY»: de los numerosos souvenirs que
vendían en los quioscos callejeros se le antojó un póster con unas
tablas de multiplicar del uno al doce. «¡Lo quiero!», dijo. Y aunque
tres dólares podían ser excesivos por apenas un pedazo de papel, su
padre accedió. Al cabo de un día, Juan Alberto repetía de memoria las
tablas cuando a los niños de su edad aún les cuesta retener los número
del uno al diez. Sólo tenía tres años. El pasado mayo, ya sopladas las
siete velas, el chaval se presentó al superTmatik, un concurso
internacional de cálculo en el que participan alrededor de 225.000 niños
de 48 países. Sólo en su categoría, la de 2º de Primaria, participaban
más de 17.000. Juan Alberto fue el primero de todos: logró sacar
adelante quince operaciones matemáticas en un tiempo de 40 segundos y 87
décimas. Casi cuatro segundos menos que el segundo clasificado, Tomeu
Tomàs, también español.
«¿Nervioso? No... Hay que concentrarse mucho. Estaba un 5% nervioso y un 95% tranquilo». Así responde Juan Alberto Gómez Aguirre, de siete años, estudiante del colegio Salliver de Fuengirola y vecino de Mijas (Málaga), cuando le preguntamos por cómo se enfrentó al «examen» tan especial que le ha hecho quedar como «el primero del mundo». Ya había participado el año anterior, aunque entonces quedó en el quinto puesto. Él mismo relata también la anécdota con la que se abre el presente artículo. «Me gustan mucho las operaciones. Por ejemplo, la secuencia de Fibonacci me gusta más que el número Pi», relata. Para los profanos en la materia, la sucesión de Fibonacci es aquella que empieza con 0, 1 y 1 y, a partir de entonces, se van sumando los dos anteriores, quedando de la siguiente forma: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, 377... y así hasta el infinito.
«¿Nervioso? No... Hay que concentrarse mucho. Estaba un 5% nervioso y un 95% tranquilo». Así responde Juan Alberto Gómez Aguirre, de siete años, estudiante del colegio Salliver de Fuengirola y vecino de Mijas (Málaga), cuando le preguntamos por cómo se enfrentó al «examen» tan especial que le ha hecho quedar como «el primero del mundo». Ya había participado el año anterior, aunque entonces quedó en el quinto puesto. Él mismo relata también la anécdota con la que se abre el presente artículo. «Me gustan mucho las operaciones. Por ejemplo, la secuencia de Fibonacci me gusta más que el número Pi», relata. Para los profanos en la materia, la sucesión de Fibonacci es aquella que empieza con 0, 1 y 1 y, a partir de entonces, se van sumando los dos anteriores, quedando de la siguiente forma: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, 377... y así hasta el infinito.
Matrículas de coches
«Cuando
estaba en Infantil, recitaba la ristra del número Pi hasta que se
cansaba. Iba detrás de todo el mundo», cuenta su padre, Juan Antonio
Gómez. Ya saben: la constante matemática que muchos memorizamos en el
colegio como «3,1416» pero que, en realidad, cuenta con infinitos
decimales: 3,1415926535... «La sucesión de Fibonacci se la sabía en diez
segundos. Los números son su vida. Lleva la cuenta de todo. Se fija en
las matrículas de los coches: ‘’Papá, esa matrícula acaba igual que el
año en el que nací. Pero si le sumamos otro número...’’ Vivir con él es
algo distinto. No para de preguntar cosas. Quiere saberlo todo». En
asignaturas como Lectura ha obtenido un nueve, en Inglés, nueve y
medio... y en Matemáticas, cómo no, un diez. ¿Y el miedo a las «mates»
que siempre se le achaca a los escolares? «¿A mí? Al contrario, si es lo
que más me gusta», responde Juan Alberto.
El pequeño fue citado
en su colegio el pasado mayo para disputar la final. Antes de
enfrentarse al reto, ya había batido a sus compañeros de colegio, lo que
le dio el pase a la prueba definitiva de superTmatik. En un aula del
centro, la pantalla del ordenador le lanza un problema matemático, sobre
todo sumas y restas combinadas. Son tres posibles respuestas y el niño
debe elegir con el ratón: si falla, le penaliza con cinco segundos más;
si acierta, pasa a la siguiente operación. Así, Juan Alberto resolvió
quince problemas del tirón, sin lápiz ni papel. Hizo tres series como
ésta, y los organizadores seleccionan la mejor de las tres marcas. Pocas
semanas antes, los participantes pudieron practicar en la web gracias
al programa habilitado por superTmatik. «El concurso tiene ya 10 años. Y
nunca nadie en su categoría había hecho la prueba en 40 segundos. Su
madre y yo lo intentamos, nos sacó entre 10 y 15 segundos», afirma su
padre. Todos juntos lo celebraron en la pizzería. «Me han dado como
premio una copa, una camiseta, el diploma, un juego de cartas...»,
enumera Juan Alberto.
Juan Antonio Gómez, de 54 años, se dedica a
desarrollar patentes. La última, un equipo informático que sirve para
desarrollar diagnosis de barcos. Su mujer y madre de Juan Alberto,
Ariana Aguirre, es funcionaria. Pocos antecedentes «matemáticos» hay en
su familia. Todo apunta a que Juan Alberto ha podido «salir» a su
bisabuelo, y abuelo de Ariana, Juan Luis Aguirre, que era profesor de
Matemáticas en la localidad de Cedeira (Coruña). Más de una vez se lo
han preguntado: «¿Vuestro hijo no será superdotado?». Ellos prefieren no
oír hablar del tema. «Llevamos muchos años escuchándolo, pero odiamos
que encasillen al niño. No nos gusta que nos lo digan», dice Juan
Antonio. Y es que son conscientes también de que hay padres que se
pueden «cargar» el talento de sus hijos con presiones. «Puede que el
talento se traiga de serie, pero nosotros le decimos: “Tío, tú
diviértete”. Hay que hacerse amigo de él, contestar sus inquietudes. Él
no le da mucha importancia. La humildad es la base de todo. Su madre ha
dedicado mucho tiempo a resolver sus dudas. Ha tenido un gran mérito»,
añade.
Quizá, más que las matemáticas en sí, el don de Juan
Alberto es cuestión de lógica. «No trata de memorizar cuántos son dos
por dos. Ve la lógica en cada operación». La ve jugando a la Play
Station incluso. Hace poco, su padre le llevó a los «karts» y se quedó
sorprendido por la trazada de las curvas en un niño que jamás había
puesto el pie en una pista. «Es como en el “Gran Turismo”, de la Play:
te tienes que abrir en las curvas», le respondió a su padre.
Precisamente por eso, ahora le ha dado por ser piloto de Fórmula 1. Pero
antes quería ser inventor, como su padre, así que Juan Alberto tiene
ante sí un nuevo dilema. Afortunadamente para él, cuenta con más de 40
segundos y 87 décimas para despejar la incógnita.
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